domingo, 22 de junio de 2008

Vuelven las Curvas

He comentado que siempre me interesó científicamente por qué a los hombres nos llaman tanto la atención las curvas en las caderas femeninas.

Durante años recabé opiniones que si bien compartía, no explicaban el por qué de dicha atracción.

Pasaron muchos años para encontrar en un artículo de ciencia sobre los conceptos de belleza y enterarme que en la redondez de las caderas existe un mensaje de la hembra al macho de la especie humana:

Tengo curvas, redondeces, que son producto del estrógeno que hay en mi cuerpo. Soy una mujer que puede tener hijos sanos.

Y como a la especie lo que le interesa es la continuación de la especie, ahí está el porque de esa irresistible atracción de las caderas femeninas.

Y para que las “buenas conciencias” no se asusten, es tan natural como la atracción de las melenas en los leones, de los colores en los mandriles o de las plumas en las aves. Simplemente dictados de la Naturaleza.

No obstante, la inventiva de la publicidad logró hacer que muchas mujeres piensen que tener caderas redondas está fuera de lugar en nuestro tiempo.

Sin embargo, como la naturaleza siempre ha impuesto sus dictados sobre todas las especies, incluida la humana, parece que muchas mujeres dejan de lado esta antiestética moda y comienzan a lucir ropa ajustada que permite distinguir a muchos metros que quien la porta es una mujer.

Y, no importa si se es delgada o llenita. Lo importante es tener la proporción femenina entre cadera y cintura; según los científicos, es perfecta la que va de 1.00 de cadera por 0.70 de cintura, reafirmando que es proporción y no medidas.

Nuevamente veo por las calles figuras femeninas que portan prendas que permiten lucir sus atributos femeninos secundarios como son la redondez de su figura.

Espero que con el tiempo nuevamente se dé la oportunidad de sin ver la cara de las personas, poder distinguir entre las líneas de un hombre y las curvas de una mujer.

El Poema: Delicta Carnis, de Amado Nervo:

…Y no encuentro esperanza, ni refugio ni asilo,
y en mis noches, pobladas de febriles quimeras,
me persigue la imagen de la Venus de Milo,
con sus lácteos muñones, con su rostro tranquilo
y las combas triunfales de sus amplias caderas…


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