domingo, 4 de noviembre de 2007

Los Celos

¡Me pega porque me quiere!
La frase me traslada a mis años juveniles cuando, durante un entrenamiento de nuestro equipo de futbol en los campos del Instituto Nacional de la Juventud, en el D.F. vimos a un hombre que a la orilla de la cancha golpeaba a una mujer cuyos gritos atrajeron nuestra atención.
Algunos de nosotros nos dirigimos a impedir que la siguiera golpeando. Cuando llegamos y reclamamos al hombre su conducta, ella, después de insultarnos y decirnos metiches, dijo la frase de arriba.
El amor tiene muchas formas de manifestarse, algunas de ellas enfermizas como los celos.
También, en aquellos años, estando en una fiesta con mi novia un muchacho la invitó a bailar. Cuando me di cuenta y aprovechado que eran un rock and roll, en una de la vuelta me metí entre los dos diciendo: “Mi novia sólo baila conmigo”.
Ahora me da pena recordar esa actitud ridícula y machista, además de estúpida.
El amor es cosa de dos y se basa no sólo en el mutuo atractivo, sino en la confianza a la pareja en cualquiera de sus situaciones.
Nadie es propiedad de nadie. Se tiene una relación por el consentimiento de ambas partes y porque ambas partes se supone que tienen confianza en la otra.
Maduré, por fortuna, y me di cuenta que los celos además de ridículos son un insulto para la pareja y para si mismo.
Visto desde el punto de vista masculino, si celo a la mujer que tengo conmigo, ¿en que nivel la pongo?
¿Es tan liviana que me va a engañar con cualquiera?
¿Valgo tan poco que cualquier hombre puede quitármela?
Desde donde se enfoquen los celos, muchas veces pretextando el amor, son ridículos, estúpidos e innecesarios.
Simplemente, si la dama no quiere seguir con uno, nada en el mundo la hará cambiar de opinión.
Pero, comprender esto exige madurez.
Me costó tiempo y reflexión entender que si le proponía a una muchacha andar conmigo o andando conmigo no quería seguir la relación, lo correcto era decir: “Gracias por tu tiempo. Adiós y buena suerte”
A veces duele, la mayoría por el orgullo y amor propio que se siente herido; después: ¡Nadie se muere de amor! Aunque algunos se matan privándose de todo lo bonito y maravilloso que la vida nos depara en cada vuelta del camino.
Una separación me parece actualmente como cuando el odontólogo nos saca una muela: Al principio está uno constantemente tocando el hueco con la lengua. Al cabo de los días el asunto queda en el olvido.
El Amor Eterno no puede tender un puente a través de la distancia. En varios de los poemas que he escrito, al leerlos en la actualidad veo que hablaba de un amor para siempre, de nunca olvidar a la mujer amada; ahora, están ahí, era mi verdad en el momento de escribirlos. Con el paso del tiempo, me agradaría recordar ¿a quién se los escribí?
Pero, son innumerables los casos del Amor Eterno y, si ya está presente, no lo insultemos con la manifestación mediocre de los celos.
Porque aunque hay quien puede decir que los celos y la violencia son muestras de amor, serán de amor enfermo y, así, mas vale que se muera.
LA FRASE: “Si los celos son señales de amor, es como la fiebre en el hombre enfermo: tenerla es señal de tener vida, pero vida enferma y mal dispuesta”… Cervantes.
LA CANCION: Eternamente, de Carlos González.
“…Eternamente te amaré, yo te lo juro;
eres la dueña de mi amor, la vida mía,
cuando te beso siento yo que soy dichoso,
por eso siempre te diré que nuestro amor ha de durar
eternamente…”

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