domingo, 16 de diciembre de 2007

Dulce María Anzaldo


Reflexioné: cuántas veces con motivo de la profesión o los azahares de la vida estuve en peligro de muerte.
Durante una gira, el autobús donde viajamos varios reporteros estuvo a centímetros de un terrible percance; en otra ocasión, varios de nosotros quedamos entre dos bandos que cortaron cartucho y sólo porque no nos tocaba y aun cuando el problema no era con nosotros, nos salvamos de ser balaceados.
Me he visto con una 38 apuntando a mi cabeza; he estado a punto de ser embestido por un vehículo cuando pasando detrás de un camión, no pude ver el cambió del semáforo.
Y, aquí estoy todavía. Dios me ha permitido llegar hasta esta etapa de la vida y quizá era porque me faltaba escuchar la inigualable voz de Dulce Anzaldo.
Por la profesión he tenido oportunidad escuchar a varias cantantes y, desde pequeño, gracias a los programas de radio, televisión y discos de mis padres, supe distinguir una buena voz y aquellos que simplemente cantan, de los cuales en la actualidad hay muchos.
Cuando Dulce me comentó que no obstante interpretar diversos géneros musicales, se había especializado en la trova, recordé que he escuchado tantas cantantes de ésta, que no me ofreció ningún atractivo particular.
Tomó su guitarra… fueron suficientes los primeros versos de la canción para quedar aprehendido de su voz.
Dicción, frescura, entonación, modulación y timbre, me parecieron extraordinarios. Las horas que estuve escuchándola me parecieron minutos. Me agradó la mayoría de sus interpretaciones y el primer día, sólo porque trato de ser una persona formal y responsable, dejé de escucharla para cumplir una cita con otros amigos.
Al día siguiente, me instalé en Café Galería Leyendas desde la primera canción de Dulce hasta que cerraron. Aproveché para citar a otros amigos y aun cuando no acudieron todos, quien estuvo presente felicitó a la cantante por su voz.
Los comentarios de otros parroquianos coincidieron con mi opinión; los aplausos: cálidos y prolongados, avalaron mi criterio.
El repertorio es amplio y sin descuidar las melodías de moda, interpreta lo mismo trova, que rancheras, o boleros de Agustín Lara, entre otras muchas; todas ellas respaldadas con la verdad de su arte.
Dulce María Anzaldo es un diamante pulido; falta el afortunado que la descubra y, sin llevarla al comercialismo que no es de su agrado, proyecte su capacidad interpretativa en una grabación.
En lo particular, recomiendo ampliamente a esta cantante que aúna a sus muchas cualidades la sencillez que caracteriza el verdadero valor de las personas.
LA FRASE: “Los pájaros cantan a Dios aunque las rocas permanezcan sordas” I.L.
MOMENTO MUSICAL: Tu voz, de Ramón Cabrera:
Tu voz se adentro en mi ser
y la tengo presa,
tu voz que es tañer de campanas
al morir la tarde.
tu voz que es gemir de violines
en la madrugada,
es el divino poder que tienes mujer
para enternecer.
Tu voz que es susurro de palmas
ternura de brisa,
tu voz que es trinar de zenzontles
en la enramada,
tu voz que es gemir de violines
en la madrugada.
Dios te bendiga mujer
tu gracia y tu ser
que me hacen soñar.

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