Películas: La Guerra de los Mundos y Titanic; las campañas de publicidad fueron enormes; la inversión de millones de dólares en publicitarlas rindió sus frutos en el momento de recabar utilidades.
En el cine o por medio de la videograbadora, millones de personas vimos ambas cintas.
Y, como siempre sucede, cuando no hay punto de comparación, la crítica de las mismas carece de base y resulta superficial.
El comentario salió al platicar con dos técnicos en computación: el primero de ellos, y el de mayor edad, vio la nueva versión de la Guerra de los Mundos; le pareció una buena película.
El mas joven también la vio, pero conoce la película original, filmada en 1953, con la dirección de Byron Haskin.
Su opinión coincide con la mía: el refrito de 2005, bajo la dirección de Steven Spielberg, con Tom Cruice en el papel estelar, es un verdadero bodrio que podía haberse titulado “Rachel”, ya que para el actor quizá ha sido uno de los guiones mas fáciles de aprender: se pasa la mitad de la película gritando:
“Rachel, Rachel, Rachel”
En 1952, año en que se filmó la versión original, no había computadoras y sus efectos eran llamados “visuales”. Aun así, las naves marcianas no tienen necesidad de esconderse entre el humo y la noche.
En 2005, con computadoras y un universo de “efectos especiales”, los trípodes palidecen ante el impacto que se logró en aquella película.
El otro caso: Titanic. Presupuesto de millones de dólares, publicidad hasta debajo de las rocas y, el barquito se ve completamente de cartón y madera.
La historia: el climax de la estulticia y la cursilería. Como historia increíble e ilógica para quinceañeras, puede cumplir su cometido que, desde luego, también fue cumplido con los ingresos de taquilla.
Al igual que en la película anterior, sin puntos de comparación la opinión sobre la calidad cinematográfica carece de valor.
Titanic: cinematográficamente, nada que hacer ante el realista drama de “Una Noche que Jamás se Olvidará”: destinos, vidas y seres que viajan en el trasatlántico y enfrentan la cruda realidad del hundimiento del barco que dijeron era “insumergible”; de la tragedia que abatió la soberbia humana cuando sus constructores dijeron:
“A este barco ni Dios lo hunde”.
En resumen, cuando sólo se ha probado un platillo, no se puede opinar sobre el trabajo de la cocina.
LA FRASE: “La soberbia nunca baja de donde sube, porque siempre cae de donde subió”… Quevedo.
EL POEMA: Yo no Busco Grandezas, de Amado Nervo (fragmento)
Dejadme. Voy muy bien por la existencia
sin mendigar un vitor ni una palma,
pues bastan a mi anhelo y mi creencia
un pedazo de azul en mi conciencia
y un rayito de sol dentro del alma.
En el cine o por medio de la videograbadora, millones de personas vimos ambas cintas.
Y, como siempre sucede, cuando no hay punto de comparación, la crítica de las mismas carece de base y resulta superficial.
El comentario salió al platicar con dos técnicos en computación: el primero de ellos, y el de mayor edad, vio la nueva versión de la Guerra de los Mundos; le pareció una buena película.
El mas joven también la vio, pero conoce la película original, filmada en 1953, con la dirección de Byron Haskin.
Su opinión coincide con la mía: el refrito de 2005, bajo la dirección de Steven Spielberg, con Tom Cruice en el papel estelar, es un verdadero bodrio que podía haberse titulado “Rachel”, ya que para el actor quizá ha sido uno de los guiones mas fáciles de aprender: se pasa la mitad de la película gritando:
“Rachel, Rachel, Rachel”
En 1952, año en que se filmó la versión original, no había computadoras y sus efectos eran llamados “visuales”. Aun así, las naves marcianas no tienen necesidad de esconderse entre el humo y la noche.
En 2005, con computadoras y un universo de “efectos especiales”, los trípodes palidecen ante el impacto que se logró en aquella película.
El otro caso: Titanic. Presupuesto de millones de dólares, publicidad hasta debajo de las rocas y, el barquito se ve completamente de cartón y madera.
La historia: el climax de la estulticia y la cursilería. Como historia increíble e ilógica para quinceañeras, puede cumplir su cometido que, desde luego, también fue cumplido con los ingresos de taquilla.
Al igual que en la película anterior, sin puntos de comparación la opinión sobre la calidad cinematográfica carece de valor.
Titanic: cinematográficamente, nada que hacer ante el realista drama de “Una Noche que Jamás se Olvidará”: destinos, vidas y seres que viajan en el trasatlántico y enfrentan la cruda realidad del hundimiento del barco que dijeron era “insumergible”; de la tragedia que abatió la soberbia humana cuando sus constructores dijeron:
“A este barco ni Dios lo hunde”.
En resumen, cuando sólo se ha probado un platillo, no se puede opinar sobre el trabajo de la cocina.
LA FRASE: “La soberbia nunca baja de donde sube, porque siempre cae de donde subió”… Quevedo.
EL POEMA: Yo no Busco Grandezas, de Amado Nervo (fragmento)
Dejadme. Voy muy bien por la existencia
sin mendigar un vitor ni una palma,
pues bastan a mi anhelo y mi creencia
un pedazo de azul en mi conciencia
y un rayito de sol dentro del alma.
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